jueves, 7 de junio de 2012

¿Por qué se ponen amarillos los faros de las motos?


Conforme más estiramos la vida de nuestra moto más frecuente es ver como los faros delanteros se vuelven amarillos u opacos. 

Para los compradores de motocicletas de segunda mano es la forma perfecta de diferenciar cuando el vehículo tiene ya algunos años dado que es un problema que se presenta con los años. 

La plaga de las ópticas empañadas y amarillentas se extiende como si fuese una gripe o la peste en sus mejores tiempos. Sin embargo se trata de una enfermedad moderna que afecta a las motos relativamente modernas. Las motos clásicas tenían sus faros cubiertos por vidrio, un material que resiste muy bien el paso del tiempo. Pero los faros modernos están cubiertos por plástico, y el quid reside ahí, en el plástico con el que están fabricados los protectores. 

Esta pieza está hecha a base de poli carbonatos, es decir polímeros termoplásticos que proporcionan grandes ventajas al fabricante ya que es un material barato, ligero y muy moldeable al tiempo que es muy fuerte y presenta mayor resistencia a los impactos que el vidrio convencional anteriormente utilizado. Además es difícil de rayar y proporciona mayor transparencia a la luz emitida por la fuente lumínica instalada. 

Eso sí, dejando de lado todas estas ventajas para el fabricante y para la seguridad del conductor, su mayor inconveniente no es otro que la alta degradación que padece. El sol y la oxidación son sus mayores enemigos (especialmente en zonas costeras) y esta degradación se plasma en el clásico color amarillento y en la opacidad de la superficie. 

Ópticas y Seguridad Vial 

Obviamente esta degradación no es simplemente una cuestión estética que empeora la imagen exterior de nuestro vehículo, también tiene consecuencias directas sobre la seguridad de la conducción. Y es que este desgaste acelerado impide una correcta difusión de las luces delanteras y por lo tanto la luz emitida no se centra como debiera en el firme de la carretera al tiempo que, obviamente, le resta visibilidad a nuestro vehículo para los demás conductores. Situación ésta última especialmente peligrosa en condiciones de visibilidad reducida, (nieve, niebla, noche, tormenta, etc.). 


Dados los problemas de seguridad que conlleva esta situación debe subsanarse cuanto antes para evitar problemas mayores. Hay dos vías para llevarlo a cabo. Una pasa por el pulimento de la pieza que suele rondar los 100 euros y la otra, cada vez más extendida, pasa por la aplicación de determinados productos químicos (pulimento y cera) sobre el faro. 

Este último procedimiento lo podemos llevar a cabo nosotros mismos armándonos de paciencia. El problema surge de la falta de homogeneidad en el pulimento hecho a mano. Por otra parte, el pulimiento llevado a cabo con máquinas también tiene sus riesgos, pues si se aplica con demasiada intensidad se puede llegar a sobrecalentar el material dejando marcas duraderas.

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