lunes, 11 de marzo de 2013

Carta abierta a María Jesús Vegas Torres, magistrada de la sala décima del TSJM



Antes de nada, quiero exponer mi desacuerdo con el título del artículo de Javier Barroso en el diario El País, por motivos obvios. 

En segundo lugar que a su debido tiempo renuncie notarialmente con la madre de mi hijo, Esther Rincón, a cualquiera indemnización, por lo que queda claro que cualquier cosa que diga o haga no tiene fundamento económico, y que sólo persigo la utópica Justicia. Y a continuación paso a la carta abierta a la magistrada María Jesús Vegas Torres.

Muy desestimada señora Vegas Torres:

Permitame presentarme previamente, pues estoy seguro que desconoce quien soy. Mi nombre es Juan Calleja, padre de Juan Calleja Rincón, con lo que entiendo es suficiente para que usted me ubique.

El motivo de esta es claro: no estoy para nada conforme con su sentencia. No sólo es injusta por obviar y mal interpretar lo que ya hay, sino además por estar poco informada. Supuestamente, como cualquier juez, se ciñe a pruebas presentadas, y evidentemente sin moverse de su mesa de despacho, entre otros motivos porque no da a basto, dada la saturación que se padece en este nuestro país por razones claras y precisas. Y me explico.

Usted hace caso omiso de todo lo presentado por la acusación particular, y se ciñe al peritaje de la compañía de seguros (de la que me guardo el nombre), que protege los intereses de la Comunidad de Madrid. Me gustaría saber por qué, ya que no lo explica en sentencia, porque con ello parece más que salvaguarda los intereses de la Administración, que los de los particulares, al no dar importancia a sus pruebas.

Dice ceñirse a lo que expone la Guardia Civil, pero discúlpeme, usted lo mal interpreta y tergiversa. En ningún momento en su atestado la Guardia Civil hace mención a la velocidad que iba mi hijo y sólo indica lo que ya bien sabemos: "Velocidad "

inadecuada" para el trazado curvo de la vía". Inadecuada no es lo mismo que excesiva, y sino mire usted el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Excesiva lo dice usted y el perito de la compañía de seguros. Inadecuada deja el campo abierto a que como el trazado curvo esta mal, peralte cambiado entre otros, cualquier velocidad es imprudente, o adivine cuál es la prudente. Porque esa curva el día del accidente estaba señalizada a 100 km/hora, y días después la rebajaron a 80. ¿Por qué sería?

La Guardia Civil se encuentra maniatada, porque lo que se supone un servicio a la ciudadanía, se reduce en un servicio al Estado, que amenaza, expedienta y expulsa, como es sabido por todos. Menos por usted. Y con ello se encuentran con las manos atadas y sin poder pronunciarse con la verdad por delante, dejando caer pequeñas sutilezas, que una magistrada como usted mal interpreta y tergiversa, o es incapaz de encontrar.

Cuando la velocidad en un accidente es una de las causas por lo que se produce, y usted habrá visto muchos atestados de la Guardia Civil, este lo indica, incluyendo la velocidad si esta ha propasado los limites. Y entonces se expone claramente que es exceso de velocidad. Mi hijo iba a menos de 85 km/hora en una curva que marcaba a cien. Pero, claro, eso parece ser que no exime al conductor, pues como conductor no debemos de confiar en la señalización de las carreteras que hace la DGT, porque no son ciertas, ¿no? Es decir, que cuando salimos por carretera debemos de imaginar que vamos por el desierto, sin señales, sin lineas, sin letreros y hasta sin carretera, porque somos aventureros del París-Dakar. Pues, mire, no es así. ¿Y sabe usted por qué? Porque parte de mis impuestos van para que esas carreteras estén en buenas condiciones y poder confiar y fiarme de ellas. Pero, mi dinero, parece ser, va a otros lados.

Sabrá lo que es la fuerza centrípeta. Si mi hijo hubiera ido a los 130 km/hora que indica el peritaje de la compañía de seguros, dada la curva y sus características, se hubiera estampado contra el quitamiedos de la derecha, dado que la curva era a la izquierda, y no le hubiera dado tiempo a rectificar a esa velocidad si aplicamos las leyes de Newton. Pero, no fue así, si no que se salió por la izquierda, que no tenía barreras de protección para frenar el vehículo en cualquier tipo de accidente. Y usted también a eso le ha quitado importancia, lo ha desestimado. Esto se ve perfectamente en el vídeo que grabó la madre de mi hijo, Esther, y que tampoco ha tenido en cuenta. Y eso que el señor que conducía, como se demostró, iba a 80 km/hora, velocidad permitida en ese momento por las señales de la DGT, ya cambiadas, pero insuficientes, y con mejores condiciones climatológicas se salió de la carretera, porque el quitamiedos estaba completamente destrozado y no le freno, sino que le hizo volcar sobre sí mismo y dar varias vueltas de campana. Basta mirar para darse cuenta. Se salvo, gracias a Dios. El iba en un Jaguar y mi hijo en un Polo. Lamentamos ser tan pobres, hasta para eso.

Dice usted en la sentencia: "El conductor debió adecuar la velocidad de su vehículo a las características y el estado de la vía y a las condiciones meteorológicas, pues es conocido por todo conductor que el pavimento mojado disminuye la adherencia de las ruedas a la carretera y la hace más deslizante". Correcto. Pero aplicando la misma regla de tres, las Administraciones pertinentes deben de adecuar la vía para esas condiciones meteorológicas, pues es por ellas igualmente conocidas. No exima a las Administraciones de su responsabilidad, señora, que es lo que ha hecho. El coche de mi hijo hizo aquaplaning, a la velocidad permitida en ese momento por las señales de la DGT, porque el asfalto era cristal, no drenaba y estaba hecho una porquería, además de tener el peralte cambiado.

Y señora, infórmese y tenga en cuenta los hechos. Mi hijo no ha sido el único que ha perdido la vida en esa curva, llamada "La curva de la Muerte". Por algo llevará ese sobrenombre. Y si ha visto las estadísticas, que estoy seguro de ello, pero que también ha desestimado, sabrá que La M-607 siempre ha sido una de las carreteras más peligrosas de la región. Según datos de 2010, registraba una media de siete accidentes por semana, según los datos de la Dirección General de Tráfico desde 2008. En ese periodo fallecieron nueve personas en la carretera de Colmenar, 21 resultaron heridas graves y 426, leves. Los datos cantan y son vidas humanas.

Sin embargo la Justicia suple los daños morales y demás, en dinero. ¿Cómo sino hacerlo, verdad? Pues, miré usted, tiene que haber responsables que han salido de rositas, entre otros motivos, porque usted que aplica las leyes e imparte justicia lo permite. Claro, su juzgado es de lo contencioso-administrativo. Se entra en política y tenemos la poca vergüenza y la desfachatez de hacer responsable en un 90% de su muerte a un joven de 22 años, que cumplía todos los requisitos legales en su conducción. Es decir, que se suicido, consciente del estado de la carretera, o inconscientemente. Porque los conductores somos responsables al cien por cien hasta del cambio climático. Miré usted. Las estadísticas de la DGT son claras. El 34% de la responsabilidad de los accidentes de tráfico son por el mal estado de las carreteras, mala señalización, etc. Un 34% sólo, gracias a sentencias como la suya. Si se impartiera verdadera justicia, sin polítiqueos y sin asuntos monetarios de por medio, ¿dónde estarían esas estadísticas?

Y tiene encima la desfachatez de aplicar, ya que todo se resuelve con dinero, los baremos que utilizan las compañías de seguros, como si fuesen instituciones creíbles. Señora, son empresas particulares que velan por sus intereses. Y usted es una magistrada pública, que como reza el slogan del Poder Judicial, "La Justicia a tu servicio". Hoy en día me pregunto a servicio de quién. La vida de mi hijo vale 115.000 euros. Señora, le aseguro, que ni con cien millones me restituyen a mi hijo. Así que no me vale. Y como bien habrá leído al principio estoy libre de cualquier indemnización.

Creía poco en la Justicia y en su independencia de otros poderes. Ahora ya nada. Y perdóneme que ponga en duda su credibilidad e integridad. Ya sólo me restaba escribir esta carta, en la que creo he sido condescendiente con usted, a pesar de ser un padre más que herido. Y no me he agarrado a ello en ningún momento, sino a los hechos, que usted ha obviado en todo momento. Allá su conciencia. Usted ha sentenciado a mi hijo a ser culpable de su propia muerte. Ha manchado, mancillado y ultrajado su nombre, y el de todos aquellos que le echamos de menos de corazón. Y perdóneme también que no me despida de su señoría. No estoy de humor.

Firmado: Juan Calleja, padre de Juan.

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